¿Qué
es la felicidad?
¿Es
posible alcanzar la felicidad y atesorarla o solo se puede aspirar a momentos
felices?
¿Existe
un camino que garantice ser feliz?
Ser
feliz
Se
trata de algunas de las preguntas que todos, alguna que otra vez, nos hemos
planteado, ya que la felicidad siempre ha sido una de las metas más añoradas
del ser humano. En los últimos años, sobre todo a raíz de la difusión de la
Psicología Positiva y su énfasis en la búsqueda del bienestar, la felicidad ha
vuelto a cobrar protagonismo.
El
concepto de felicidad a lo largo de la historia
La
felicidad, de una forma u otra, siempre ha estado en el centro de la filosofía
y en algunos casos incluso ha llegado a convertirse en uno de los conceptos
clave alrededor del cual surgieron diferentes escuelas de pensamiento. De
hecho, la felicidad desempeñó un papel protagonista en la aparición y el
desarrollo de la ética griega.
Los
filósofos griegos se plantearon dos preguntas esenciales: qué es la felicidad y
qué hace felices a las personas. Sus respuestas dieron lugar a tres posturas
diferentes. Por una parte, se encontraban los filósofos como Aristóteles, que
afirmaban que ser feliz implicaba lograr la autorrealización y alcanzar las
metas que nos hemos propuesto, logrando un estado de plenitud y armonía del
alma. Esta corriente filosófica se conoció como eudemonismo.
Otro
grupo de filósofos afirmaba que la felicidad significaba valerse por sí mismos,
ser autosuficientes y no tener que depender de nadie. En este sentido, los
seguidores del cinismo afirmaban que todos llevamos dentro los elementos
necesarios para ser felices y autónomos pero para lograrlo necesitamos seguir
una vida sencilla y acorde a la naturaleza. Por su parte, los estoicos iban un
paso más allá y afirmaban que solo se puede alcanzar la verdadera felicidad
cuando se es ajeno a las comodidades materiales y se sigue una vida basada en
la razón, la virtud y la imperturbabilidad.
Definición
felicidad
Por
último, la tercera corriente de la filosofía griega que se dedicó a analizar la
felicidad fue el hedonismo. Para su máximo representante, Epicuro, la felicidad
significaba experimentar placer, tanto a nivel físico como intelectual, huyendo
del sufrimiento. No obstante, también indicaba que la clave para ser feliz
radicaba en evitar los excesos, porque estos terminan provocando angustia.
Epicuro apuntaba que se debe cultivar el espíritu sobre los placeres de la
carne y que es imprescindible hallar un punto medio.
No
obstante, los filósofos griegos no fueron los únicos que se interesaron por
desvelar los secretos de la felicidad. Más tarde, el racionalismo le dio una
vuelta de tuerca al concepto de felicidad al comprenderla como la mera
adaptación a la realidad. Spinoza, por ejemplo, pensaba que para ser felices es
necesario que nos despojemos de las cadenas que implican las pasiones y que
lleguemos a comprender el mundo que nos rodea, solo así dejaremos de sentir
miedo y odio. Los racionalistas afirmaban que la clave radica en conocer la
realidad, este conocimiento nos permite aceptar los sucesos y, por ende, ser
más felices.
A
mediados del siglo XIX surgió una corriente filosófica muy interesante
denominada “Nuevo Pensamiento” para la cual la felicidad era una actitud
mental, una decisión. Según estos filósofos, todos estamos buscando
constantemente un camino que nos permita ser más felices, pero la clave radica
en aceptar nuestra condición, nuestra historia de vida y nuestro pasado. Cuando
tomamos esa decisión conscientemente, nos acercamos a la felicidad.
Matthieu
Ricard, un biólogo molecular que dejó su carrera para abrazar el budismo, nos
desvela otro de los secretos de la felicidad. Ricard recibió el título del
“hombre más feliz del mundo” cuando neurocientíficos de la Universidad de
Wisconsin escanearon su cerebro y obtuvieron resultados que lo situaban muy por
encima de los demás en la escala de felicidad. Según Ricard, el altruismo y la
aceptación del presente son las claves para alcanzar la felicidad auténtica,
pero es necesario ser perseverantes a lo largo del camino. También indica que
debemos focalizarnos en nuestro interior, en vez de concentrarnos en el
exterior, e ir poniendo en práctica pequeños cambios que nos proporcionen
alegría interna.
Mihaly
Csikszentmihalyi, considerado el investigador más importante del mundo en el
ámbito de la Psicología Positiva, cree que la felicidad es un producto, el
resultado de un estado de flujo. El flujo sería una experiencia en la cual nos
mantenemos muy motivados, absortos en lo que estamos haciendo, hasta tal punto
que perdemos la noción del tiempo. Cuando ese estado de flujo representa un
reto y conduce al crecimiento personal, también nos reporta satisfacción y
felicidad.
Por
supuesto, a lo largo del tiempo también ha habido filósofos, como Nietzsche,
para quienes el ser humano no ha sido concebido para ser feliz, sino que está
destinado a sufrir. Y no faltan neurocientíficos que intentan reducir la
felicidad a una serie de cambios bioquímicos que ocurren en nuestro cerebro una
vez que hemos satisfecho nuestros deseos más anhelados.
¿Qué
es realmente la felicidad?
El
concepto de felicidad no es una idea meramente filosófica exenta de
repercusiones en nuestra vida cotidiana. De hecho, la imagen que tengamos de la
felicidad influye en nuestra actitud ante la vida e incluso puede hacer que
seamos más o menos felices.
A
grandes rasgos, se puede hacer referencia a tres grandes posturas sobre el
concepto de felicidad, posturas que provienen de las grandes corrientes
filosóficas pero que se han popularizado y forman parte de las creencias de
muchas personas.
Escépticos:
son aquellos que están convencidos de que la felicidad no existe o es imposible
alcanzarla por lo que ni siquiera la buscan.
Limitados:
son quienes afirman que no existe la felicidad sino momentos felices por lo que
debemos darnos por satisfechos las pocas veces que esta toca a nuestra puerta.
Optimistas:
son personas que piensan que la felicidad existe y se puede conquistar de
manera definitiva.
Dependiendo
de la postura que asumamos, desarrollaremos una actitud más o menos proactiva
ante la vida, esperaremos a que la felicidad toque a nuestra puerta o, al
contrario, saldremos a buscarla.
En
este sentido es particularmente revelador un experimento realizado en la
Universidad de Hertfordshire. Estos psicólogos reclutaron a un grupo de
personas y las dividieron en aquellas que creían que eran afortunadas y las que
creían que tenían mala suerte. A todas se les propuso la misma tarea: contar el
número de fotografías que aparecía en un periódico.
Curiosamente,
quienes creían que tenían buena suerte terminaban en apenas unos segundos,
mientras que quienes consideraban que eran desafortunados invertían mucho
tiempo en terminar la tarea. La diferencia estribaba en que las “personas
afortunadas” veían inmediatamente un anuncio que señalaba: “deje de contar, el
periódico tiene 43 fotografías”. Las “personas desafortunadas” no vieron este
anuncio y contaron las fotografías hasta el final.
Este
experimento nos indica que la buena o la mala suerte también es una cuestión de
actitud, de estar abiertos a las oportunidades. Obviamente, lo mismo vale para
la felicidad.
Podríamos
conceptualizar la felicidad como un estado de satisfacción plena, una
definición simple pero que tiene profundas implicaciones desde el punto de
vista práctico:
La
felicidad es un estado subjetivo, cada persona la experimenta de una manera
distinta
La
felicidad puede estar provocada por diferentes cosas o situaciones, dependiendo
del significado que cada persona le confiera a estas.
La
felicidad puede ser un estado duradero, pero también puede caducar.
Y
recuerda, la felicidad no es una meta, sino un camino a recorrer. Trabajar por
ser cada día un poco más felices está en nuestras manos.
Fuente
extraída: http://www.elpradopsicologos.es/blog/que-es-felicidad-definicion/
Autora: Rosario Linares
Nuestro
contertulia, Montse Colell nos realizará la introducción al tema que nos ocupa.
Tras su introducción se abrirá un turno de intervenciones, así como de ruegos y
preguntas.
Os esperamos
como cada Martes a las 20:00 horas en Restaurante Tasca i Vins en la Calle
Diputación, 304 de Barcelona.
Saludos
Montse
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