ACTIVIDADES SÁBADO 20 DE MAYO
CENA/TERTULIA:
"LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN"
LAS RAÍCES DEL ANTISEMITISMO
¿EL ODIO CONTRA LOS JUDÍOS TIENE ORÍGENES RELIGIOSOS?
¿CUÁL PODRÍA SER LA RAÍZ DE ESA XENOFOBIA?
¿VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD RACIAL?
DESDE LA SOCIOLOGÍA ¿CÓMO SE EXPLICA ÉSTE ODIO TAN DURADERO EN EL TIEMPO?.
"LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN"
LAS RAÍCES DEL ANTISEMITISMO
¿EL ODIO CONTRA LOS JUDÍOS TIENE ORÍGENES RELIGIOSOS?
¿CUÁL PODRÍA SER LA RAÍZ DE ESA XENOFOBIA?
¿VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD RACIAL?
DESDE LA SOCIOLOGÍA ¿CÓMO SE EXPLICA ÉSTE ODIO TAN DURADERO EN EL TIEMPO?.
NOTA IMPORTANTE: LA ESENCIA DE LA TERTULIA ESTÁ EN ÉSTE NEWSLETTER, NO EN EL DOCUMENTAL, POR LO QUE SI TENÉIS TIEMPO Y QUERÉIS TENER UN CONOCIMIENTO DEL TEMA, LEED LA SIGUIENTE INFORMACIÓN.
ES MUY DIFÍCIL ENCONTRAR UN DOCUMENTAL QUE INCLUYA TODA LA TEMÁTICA, EN OCASIONES ME HAN COMENTADO QUE EL VÍDEO NO HA ABARCADO TODO EL TEMA, ES POR ESA RAZÓN QUE OS PIDO, QUE QUIEN PUEDA, LEA.
Nuestro punto de encuentro para éste Sábado 20 de Mayo a las 20:00 horas, será en el RESTAURANTE PIZZERIA GINOS de BARCELONA, http://www.ginos.es/, sito en la céntrica Ronda Universidad, nº 27, esquina con Balmes y Rambla de Catalunya, y a muy pocos metros de la Plaza de Catalunya. Es un local confortable donde podremos tertuliar con tranquilidad, realizar una conferencia, y disfrutar de buena cena.
Importante:
Cuando entréis en el restaurante habréis de bajar unas escaleras, allí encontraréis la sala comedor para grupos.
Cuando entréis en el restaurante habréis de bajar unas escaleras, allí encontraréis la sala comedor para grupos.
Vamos a estar en un salón privado donde estaremos libres de ruidos ambientales.
A las 20:00 horas iniciaremos pase del documental -
-"LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN"
- LAS RAÍCES DEL ANTISEMITISMO-
-¿EL ODIO CONTRA LOS JUDÍOS TIENE ORÍGENES RELIGIOSOS?
¿CUÁL PODRÍA SER LA RAÍZ DE ESA XENOFOBIA?
¿VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD RACIAL?
DESDE LA SOCIOLOGÍA ¿CÓMO SE EXPLICA ÉSTE ODIO DURADERO EN EL TIEMPO?.
Se ruega puntualidad. Tras visualizar dicho documental, realizaremos un DOCUFORUM relacionado con éste tema.
-"LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN"
- LAS RAÍCES DEL ANTISEMITISMO-
-¿EL ODIO CONTRA LOS JUDÍOS TIENE ORÍGENES RELIGIOSOS?
¿CUÁL PODRÍA SER LA RAÍZ DE ESA XENOFOBIA?
¿VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD RACIAL?
DESDE LA SOCIOLOGÍA ¿CÓMO SE EXPLICA ÉSTE ODIO DURADERO EN EL TIEMPO?.
Se ruega puntualidad. Tras visualizar dicho documental, realizaremos un DOCUFORUM relacionado con éste tema.
Sobre las 22 horas cenaremos.
Para los más marchosos, después de cenar iremos a tomar unos refrescos para seguir con la velada en un ambiente más distendido.
Ruego confirmar asistencia para efectuar reserva de comensales. Para reservar llamad al móvil 654113551, Montse Guardia.
A las 20 horas iniciaremos pase de documental
"LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS SE SIÓN"
-LAS RAÍCES DEL ANTISEMITISMO-
¿EL ODIO CONTRA LOS JUDÍOS TIENES ORÍGENES RELIGIOSOS?
¿CUÁL PODRÍA SER LA RAÍZ DE ESA XENOFOBIA?
¿VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD RACIAL?
DESDE LA SOCIOLOGÍA ¿CÓMO SE EXPLICA ÉSTE ODIO DURADERO EN EL TIEMPO?
-LAS RAÍCES DEL ANTISEMITISMO-
¿EL ODIO CONTRA LOS JUDÍOS TIENES ORÍGENES RELIGIOSOS?
¿CUÁL PODRÍA SER LA RAÍZ DE ESA XENOFOBIA?
¿VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD RACIAL?
DESDE LA SOCIOLOGÍA ¿CÓMO SE EXPLICA ÉSTE ODIO DURADERO EN EL TIEMPO?
Se ruega puntualidad
LOS
PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN
LAS RAÍCES DEL ANTISEMITISMO
"Si alguna vez
un texto pudo producir un odio masivo, es este….Este libro no es sino mentiras
y difamación."
Elie Wiesel, Ganador
del Premio Nobel de la Paz
Utilizado por los
antisemitas de todo el mundo —sin excluir a los nazis o a los árabes de las
últimas décadas— los Protocolos constituyen un documento de enorme interés
histórico y político. Sin embargo, ¿tienen realmente alguna relación con los
judíos? ¿Quién escribió los Protocolos de los sabios de Sión?
El antisemitismo constituye
una actitud mental y una conducta que se pierde en la noche de los tiempos.
Manetón, el sacerdote e historiador judío del periodo helenístico, ya dedicó
vitriólicas páginas a los primeros momentos de la Historia de Israel y sus
pasos siguieron los antisemitas de la Antigüedad clásica —prácticamente todos
los autores de renombre— desde Cicerón a Tácito pasando por Juvenal. En
términos generales, su antisemitismo, que presentó manifestaciones de enorme
dureza en medio de una considerable tolerancia legal, era cultural más que
racial.
En busca de conservar sus creencias y cultura, los judíos se convirtieron en los defensores de la única religión minoritaria en el entonces cristiano continente europeo. En algunos países, los judíos eran bienvenidos de vez en cuando, pero, en un momento en el cual la fe se consideraba la principal forma de identidad propia e influenciaba intensamente tanto la vida pública como privada, los judíos se vieron cada vez más aislados como forasteros. Los judíos no comparten la creencia cristiana de que Jesús es el Hijo de Dios, y muchos cristianos consideraban esta negación a aceptar la divinidad de Jesús como arrogante. Durante siglos la Iglesia enseñó que los judíos eran los responsables de la muerte de Jesús, sin reconocer, como lo hace la mayoría de los historiadores en la actualidad, que Jesús fue ejecutado por el gobierno romano porque los funcionarios lo consideraban una amenaza política a su gobierno. Como forasteros, los judíos fueron objetos de una violenta estereotipia y sujetos a la violencia contra sus personas y propiedad.
A veces llamado "el
odio más prolongado", el antisemitismo ha persistido en muchas formas
durante más de dos mil años. El antisemitismo racial de los nacional
socialistas (nazis) llevó el odio a los judíos a un extremo genocida, si bien
el Holocausto comenzó con palabras e ideas: estereotipos, dibujos animados
siniestros y la propagación gradual del odio.
En el primer milenio de la
era cristiana, los líderes de la jerarquía cristiana europea (católica)
desarrollaron o solidificaron como doctrina ideas que: todos los judíos eran
responsables de la crucifixión de Cristo; la destrucción del Templo por parte
de los romanos y la dispersión del pueblo judío era un castigo tanto por transgresiones
pasadas como por su permanente rechazo a abandonar su fe y aceptar la
cristiandad.
En los siglos X y XI, estas
doctrinas acerca de los judíos se endurecieron y unificaron en parte debido a
lo siguiente: la amenaza a la jerarquía de la Iglesia por la inminente
separación entre el catolicismo romano y la ortodoxia griega (1054); las sucesivas
oleadas de conquista musulmana; el fervor del fin del milenio; los triunfos en
la conversión de grupos étnicos paganos del norte de Europa; y el afán militar
y espiritual de las Cruzadas.
En busca de conservar sus creencias y cultura, los judíos se convirtieron en los defensores de la única religión minoritaria en el entonces cristiano continente europeo. En algunos países, los judíos eran bienvenidos de vez en cuando, pero, en un momento en el cual la fe se consideraba la principal forma de identidad propia e influenciaba intensamente tanto la vida pública como privada, los judíos se vieron cada vez más aislados como forasteros. Los judíos no comparten la creencia cristiana de que Jesús es el Hijo de Dios, y muchos cristianos consideraban esta negación a aceptar la divinidad de Jesús como arrogante. Durante siglos la Iglesia enseñó que los judíos eran los responsables de la muerte de Jesús, sin reconocer, como lo hace la mayoría de los historiadores en la actualidad, que Jesús fue ejecutado por el gobierno romano porque los funcionarios lo consideraban una amenaza política a su gobierno. Como forasteros, los judíos fueron objetos de una violenta estereotipia y sujetos a la violencia contra sus personas y propiedad.
Entre los mitos sobre los
judíos que se arraigaron en este período estaba la "calumnia del crimen
ritual", un mito de que los judíos usaban la sangre de niños cristianos
con fines rituales. Otros mitos incluían la idea de que el rechazo de los
judíos a convertirse al cristianismo era no sólo una señal de servicio al
anticristo sino también de una deslealtad innata a la civilización europea
(léase cristiana). Por el contrario, la conversión de judíos individuales se
consideraba algo poco sincero y con motivos materialistas.
Fuente extraída de la web: https://www.ushmm.org/wlc/es/article.php?ModuleId=10007540.
Durante la Edad Media, el antisemitismo estuvo relacionado con categorías de corte religioso (la resistencia de los judíos a convertirse al islam o al cristianismo) y social (el desempeño de determinados empleos por los judíos). Solamente con la llegada de la Ilustración, el antisemitismo se fue tiñendo de tonos raciales que aparecen ya en escritos injuriosos —y falsos— de Voltaire y que volvemos a encontrar muy acentuados en Nietzsche o Wagner. Aunque la figura del judío perverso y conspirador no se halla ausente de algunas de estas manifestaciones antisemitas y aunque, por ejemplo, Wagner y Nietzsche insistieron en tópicos como el del poder judío o el de su capacidad de corrupción moral (e incluso racial) no llegaron a agotar hasta el final el tema de una de las acusaciones ya popularizadas en su tiempo, la de la conspiración judía mundial. Ambos autores no llegaron a articular —aunque no les faltó mucho para ello— la tesis de que todo el poder degenerador de los judíos en realidad obedecía a un plan destructivo de características universales cuya finalidad era el dominio del orbe. Semejante papel le correspondería a un panfleto de origen ruso conocido generalmente como “Los Protocolos de los sabios de Sión”, en el que, supuestamente, se recogían las minutas de un congreso judío destinado a trazar las líneas de la conquista del poder mundial.
El análisis de esa obra
constituye el objeto del presente Enigma, sin embargo, antes de entrar en el
contenido y en las circunstancias en que la misma se forjó debemos detenernos
siquiera momentáneamente en algunos de sus antecedentes. “Los Protocolos de los
sabios de Sión” no fueron, en buena medida, una obra innovadora. Aunque, sin
lugar a dudas, cuentan con el dudoso privilegio de constituir la obra más
conocida y difundida sobre la supuesta conjura judía mundial, no son ni con
mucho la única ni la primera. La idea de una conjura parcial (para envenenar
las aguas, para empobrecer a la gente, para sacrificar niños, etc) aparecía
periódicamente durante la Edad Media. Sin embargo, siempre se trataba de
episodios aislados, regionales, desprovistos de un carácter universal. El
cambio radical se produjo en 1797. Con la publicación de la Memoria para servir
a la historia del Jacobinismo no quedará perfilada la tesis de una conspiración
subversiva mundial. El autor de la obra, un clérigo llamado Barruel, pretendía que
la orden de los Templarios, disuelta en el s. XIV, no había desaparecido sino
que se había transformado en una sociedad secreta encaminada a derrocar todas
las monarquías.
Cuatro siglos después, la
misma se habría hecho con el control de la masonería y, a través de la organización
de los jacobinos, habría provocado la revolución francesa. Barruel afirmaba
también que los masones eran, a su vez, una marioneta en manos de los
iluminados bávaros que seguían a Adam Weishaupt.
A menos que se acabara con
estos grupos, afirmaba Barruel, pronto el mundo estaría en sus manos. Como
suele ser habitual en todas las obras que desarrollan la teoría de la
conspiración no sólo los datos expuestos recogen tergiversaciones sino también
absolutos disparates. Barruel pasaba por alto, entre otras cosas, que el grupo
de Weishaupt ya no existía en 1786, que siempre estuvo enemistado con los
masones y que éstos no sólo por regla general habían sido monárquicos y
conservadores sino que además habían experimentado la persecución a manos de
los revolucionarios, muriendo centenares de ellos en la guillotina. Con todo
Barruel, que había tomado sus ideas de un matemático escocés llamado John
Robinson, apenas mencionaba a los judíos porque, ciertamente, éstos no habían
tenido ningún papel de importancia durante la Revolución y porque además
incluso habían sido víctimas de los excesos de ésta.
Pese a sus evidentes
deficiencias, la obra de Barruel despertó, sin embargo, la pasión de un oficial
llamado J. B. Simonini que le escribió desde Florencia proporcionándole
supuestas informaciones sobre el papel judío en la conspiración masónica. En
una carta —que fue un fraude de Fouchá para impulsar a Napoleón hacia una
política antisemita— el militar felicitaba al clérigo por desenmascarar a las
sectas que estaban “abriendo el camino para el Anticristo” y se permitió
señalarle el papel preponderante de la “secta judaica”.
Según Simonini, los judíos,
tomándole por uno de los suyos, le habían ofrecido hacerse masón y revelado sus
arcanos. Así se había enterado de que el Viejo de la Montaña (el fundador de la
secta islámica de los Asesinos que tanto agradaba a Nietzsche) y Manes eran
judíos, que la masonería y los iluminados habían sido fundados por judíos y que
en varios países —especialmente Italia y España— los clérigos de importancia
eran judíos ocultos. Su finalidad era imponer el judaísmo en todo el mundo,
objetivo que sólo tenía como obstáculo la Casa de Borbón a la que los judíos se
habían propuesto derrocar. Ni que decir tiene que las afirmaciones de Simonini
carecían de la más mínima base (por esa época tanto los masones como los
iluminados si acaso habían tenido alguna actitud hacia los judíos era de
rechazo). Sin embargo, los dislates contenidos en la misma hicieron mella en la
mente de Barruel, que, a juzgar por su obra, estaba bien predispuesto a creer
este tipo de relatos.
De hecho, pese a que juzgó
más prudente no publicarla, entre otras razones porque temía que provocara una
matanza de judíos, distribuyó algunas copias en círculos influyentes.
Finalmente, antes de morir en 1820, relató todo a un sacerdote llamado Grivel.
Nacería así el mito, tan querido a tantos personajes posteriores, de la conjura
judeo-masónica, mito al que se incorporaron los datos suministrados por
Simonini en su carta. Con todo, inicialmente, la idea de una conspiración
judeo-masónica iba a caer en el olvido y durante las primeras décadas del siglo
XIX ni siquiera fue utilizada por los antisemitas. Con posterioridad, una obra
de creación titulada Biarritz volvería a resucitarlo en Alemania. El autor de
la novela se llamaba Hermann Goedsche y ya tenía un cierto pasado en relación
con documentos de carácter sensacional. En el período inmediatamente posterior
a la revolución de 1848 había presentado unas cartas en virtud de las cuales se
pretendía demostrar que el dirigente demócrata Benedic Waldeck había conspirado
para derrocar al rey de Prusia.
El acontecimiento dio
origen a una investigación cuyo resultado no pudo resultar más bochornoso: los
documentos eran falsos y además Goedsche lo sabía. Este se dedicó entonces a
trabajar como periodista en el Preussische Zeitung, el periódico de los
terratenientes conservadores, y a escribir novelas como Biarritz. Esta se
publicó en 1868, una fecha en que la población alemana comenzaba a ser presa de
renovados sentimientos antisemitas a causa de la Emancipación —sólo parcial— de
los judíos. En un capítulo del relato, que se presentaba como ficticio, se
narraba una reunión de trece personajes, supuestamente celebrada durante la
fiesta judía de los Tabernáculos, en el cementerio judío de Praga. En el curso
de la misma, los representantes de la conspiración judía mundial narraban sus
avances en el control del gobierno mundial, insistiendo especialmente en la
necesidad de conseguir la Emancipación política, el permiso para practicar las
profesiones liberales o el dominio de la prensa. Al final, los judíos se
despedían no sin antes señalar que en cien años el mundo yacería en su poder.
Como en el caso de la conjura judeo-masónica, el episodio narrado en este
capítulo de Biarritz iba a hacer fortuna.
En 1872, se publicaba en
San Petersburgo de forma separada señalándose que, pese al carácter imaginario
del relato, existía una base real para el mismo. Cuatro años después en Moscú
se editaba un folleto similar con el título de “En el cementerio judío de la
Praga checa (los judíos soberanos del mundo)”. Cuando en julio de 1881 Le
Contemporain editó la obra, ésta fue presentada ya como un documento auténtico
en el que las intervenciones de los distintos judíos se habían fusionado en un
solo discurso. Además se le atribuyó un origen británico. Nacía así el panfleto
antisemita conocido como el “Discurso del Rabino”. Con el tiempo la obra
experimentaría algunas variaciones destinadas a convertirla en más verosímil.
Así el rabino, anónimo inicialmente, recibió los nombres de Eichhorn y
Reichhorn e incluso se le hizo asistir a un (inexistente) congreso celebrado en
Lemberg en 1912.
Un año después de la
publicación de Biarritz, Francia iba a ser el escenario donde aparecería una de
las obras clásicas del antisemitismo contemporáneo. Se titulaba Le juif, le
judaásme et la judaásation des peuples chrátiens y su autor era Gougenot des
Mousseaux. La obra partía de la base de que la cábala era una doctrina secreta
transmitida a través de colectivos como la secta de los Asesinos, los
templarios o los masones pero cuyos jerarcas principales eran judíos. Además de
semejante dislate —que evidencia una ignorancia absoluta de lo que es la
cábala— en la obra se afirmaba, igual que en la Edad Media, que los judíos eran
culpables de crímenes rituales, que adoraban a Satanás (cuyos símbolos eran el
falo y la serpiente) y que sus ceremonias incluían orgías sexuales. Por
supuesto, su meta era entregar el poder mundial al Anticristo para lo que
fomentarían una cooperación internacional en virtud de la cual todos disfrutaran
abundantemente de los bienes terrenales, circunstancias estas que, a juicio del
católico Gougenot des Mousseaux, al parecer sólo podían ser diabólicas.
Pese a lo absurdo de la
obra, no sólo disfrutaría de una amplia difusión sino que además inspiraría la
aparición de panfletos similares generalmente nacidos de la pluma de
sacerdotes. Tal fue el caso de Les Francs-Maçons et les Juifs: Sixième Age de
l'Eglise d'après l'Apocalypse (1881) del abate Chabauty, canónigo honorario de
Poitiers y Angulema, donde aparecen dos documentos falsos que se denominarían
“Carta de los judíos de Arles” (de España, en algunas versiones) y
“Contestación de los judíos de Constantinopla”. Tanto la obra de Chabauty como
la de Gougenot de Mousseaux serían objeto de un extenso plagio —a menos que
podamos denominar de otra manera al hecho de copiar ampliamente secciones
enteras sin citar la procedencia— por parte del antisemita francés Edouard
Drumond, cuyo libro La France juive (1886) demostraría ser un poderoso acicate
a la hora de convertir en Francia el antisemitismo en una fuerza política de
primer orden.
El único país donde, por
aquel entonces, el antisemitismo resultaba más acentuado que en Francia y
Alemania, y donde, dicho sea de paso, se originaría el plan que culminaría en los
Protocolos, era Rusia. Las condiciones de vida de los judíos bajo el gobierno
de los zares se han calificado de auténticamente terribles pero la cuestión es
digna de considerables matizaciones ya que no pocos progresaron
considerablemente y llegaron a escalar socialmente puestos que les estaban
vedados en países limítrofes al imperio zarista. Sin embargo, tras el asesinato
de Alejandro II y el acceso al trono de Alejandro III empeoraron en parte,
siquiera porque no eran pocos los judíos —generalmente jóvenes idealistas de
familias acomodadas— que participan en grupos terroristas de carácter
antizarista y, en parte, porque los revolucionarios recurrieron al
antisemitismo en no pocas ocasiones como forma de obtener un ascendente sobre
el pueblo. Así, a un antisemitismo instrumental de izquierdas —del que
participaron no pocos judíos filorevolucionarios— se sumó otro popular que
abominaba de la subversión y que estallaba ocasionalmente en pogromos. Tal
situación estaba acompañada por la propaganda antisemita. Fue esta una
floración libresca pletórica de odio, mala fe e ignorancia, que se extendió
desde el Libro del Kahal (1869) de Jacob Brafman, editado con ayuda oficial, y
en el que se pretendía que los judíos tenían un plan para eliminar la
competencia comercial en todas las ciudades, hasta los tres volúmenes de El
Talmud y los judíos (1879©1880) de Lutostansky, obra en que el autor demostraba
ignorar lo que era el Talmud y además introducía en Rusia el mito de la conjura
judeo-masónica.
No obstante, es posible que la obra de mayor influencia de este período fuera La conquista del mundo por los judíos (7ª ed. 1875) escrita por Osman-Bey, pseudónimo de un estafador cuyo nombre era Millinger. El aventurero captó fácilmente la paranoia antisemita que había en ciertos segmentos de la sociedad rusa y la aprovechó en beneficio propio. Su panfleto sostenía que existía una conjura judía mundial cuyo objetivo primario era derrocar la actual monarquía zarista. De hecho, sirviéndose de semejantes afirmaciones, el 3 de septiembre de 1881 salía de San Petersburgo con destino a París, provisto del dinero que le había entregado la policía política rusa, con la misión de investigar los planes conspirativos de la Alianza Israelita Universal que tenía su sede en esta última ciudad. Pasando por alto, como lo harían muchos otros, que este organismo sólo tiene fines filantrópicos Millinger afirmó que se había hecho con documentos que la relacionaban con grupos terroristas que deseaban derrocar el zarismo.
En 1886, se editaban en Berna
sus Revelaciones acerca del asesinato de Alejandro II. Con el nuevo panfleto
quedaba completo el cuadro iniciado con La conquista... No sólo se afirmaba la
tesis del peligro judío sino que además se indicaba ya claramente el camino a
seguir para alcanzar “la Edad de Oro”. Primero, había que expulsar a los judíos
basándose en “el principio de las nacionalidades y de las razas”. Un buen lugar
para enviarlos sería África. Pero tales acciones sólo podían contemplarse como
medidas parciales. En realidad, sólo cabía una solución para acabar con el
supuesto peligro judío:
“La única manera de
destruir la Alianza Israelita universal es a través del exterminio total de la
raza judía”. El camino para la aparición de los Protocolos —y para realidades
aún más trágicas— quedaba ya más que trazado. Del 26 de agosto al 7 de
septiembre de 1903 aparecía en el periódico de San Petersburgo Znamya (La
Bandera) la primera edición de los Protocolos, bajo el título de Programa para
la conquista del Mundo por los judíos. El panfleto encajaba como un guante en
el medio ya que el mismo estaba dirigido por P. A. Krushevan, un furibundo
antisemita que había sido un personaje clave en el desencadenamiento del
pogromo de Kishiniov. Krushevan afirmó que la obra —cuyo final aparecía algo
abreviado— era la traducción de un documento original aparecido en Francia.
En 1905, el texto volvía a
editarse en San Petersburgo en forma de folleto y con el título de La raíz de
nuestros problemas a impulsos de G. V. Butmi, un amigo y socio de Krushevan que
junto con éste se dedicaría a partir de ese año a sentar las bases de la
Centurias negra. En enero de 1906, el panfleto era reeditado por la citada
organización con el mismo título que le había dado Butmi e incluso bajo su
nombre. Sin embargo, se le añadía un subtítulo que, en forma abreviada, haría
fortuna: Protocolos extrañados de los archivos secretos de la Cancillería
Central de Sión (donde se halla la raíz del actual desorden de la sociedad en
Europa en general y en Rusia en particular).
Las ediciones mencionadas
tenían una finalidad masivamente propagandística y consistieron en folletos
económicos destinados a todos los segmentos sociales. Pero en 1905 los
Protocolos aparecían incluidos en una obra de Serguei Nilus titulada Lo grande
en lo pequeño. El Anticristo considerado como una posibilidad política
inminente. El libro de Nilus ya había sido editado en 1901 y 1903, pero sin los
Protocolos. En esta nueva edición se incluyeron con la intención de influir de
manera decisiva en el ánimo del zar Nicolás II. La reedición de Nilus contaba
con algunas circunstancias que, presumiblemente, deberían haberle proporcionado
un éxito impresionante. Así, el metropolitano de Moscú llegó incluso a ordenar
que en las 368 iglesias de la ciudad se leyera un sermón en el que se citaba
esta versión de los Protocolos. Inicialmente, no resultó evidente si
prevalecería la versión de Butmi o la de Nilus. Finalmente, sería esta última
reeditada con ligeras variantes y bajo el título de Está cerca la puerta...
Llega el Anticristo y el reino del Diablo en la Tierra la que llegaría a
consagrarse. El motivo de su éxito estaría claramente vinculado a haberse
publicado una vez más en 1917, el año de la Revolución rusa. El texto de Nilus
está dividido en 24 supuestos protocolos en los que, realmente, se intenta
demostrar la bondad del régimen autocrático (obviamente el zarista) y la
perversidad de las reformas liberales.
Como justificación última
de semejante discurso político se aduce la existencia de un plan de dominio
mundial desarrollado por los judíos. Así el panfleto deja claramente
establecido el supuesto absurdo del sistema liberal ya que la idea de libertad
política no sólo resulta irreal sino que además sólo puede tener desastrosas
consecuencias:
“La libertad política no es
una realidad, sino una simple idea”. (1, 5)
“La idea de la libertad no
puede realizarse porque nadie sabe hacer de ella el uso adecuado. Basta con
permitir que el pueblo se gobierne durante un período breve de tiempo para que
la administración se transforme al poco en desenfreno... los Estados arden en
llamas y toda su grandeza se viene abajo convertida en cenizas”. (1, 6)
La razón fundamental que
aduce Nilus, por boca de los supuestos conspiradores judíos, es similar a la
esgrimida por otros antidemócratas anteriores y posteriores. Es absurda la
libertad ya que la gente del pueblo no puede llegar a comprender lo que es la
política:
“Los miembros de la plebe
que han salido del pueblo, por más dotados que están, al no comprender la alta
política no pueden guiar a la masa sin despeñar a toda la nación en la ruina”.
(1, 18)
Si la idea de libertad
política podía ser relativamente tolerada, esto se debería a algunas
condiciones previas. Primero, su sumisión al poder clerical; segundo, la
exclusión de los enfrentamientos sociales y, tercero, la eliminación de la
búsqueda de reformas. En resumen, puede ser aceptable si no afecta en absoluto el
sistema autocrático:
“La libertad podría ser
inofensiva y darse sin peligro para el bienestar de los pueblos en los estados
si se basase en la fe en Dios y en la fraternidad de los seres humanos y se
alejase de la idea de igualdad, que está en contradicción con las leyes de la
Creación...” (4, 3)
Sin embargo, la libertad no
ha discurrido por los cauces deseados por Nilus y puestos en boca de los
presuntos conspiradores judíos. El resultado ha sido por ello especialmente
peligroso y ha degenerado en la mayor de las aberraciones posibles, la
corrupción de la sangre:
“Después de haber instalado
en el órgano estatal el “veneno del liberalismo”, toda su condición política ha
sufrido una metamorfosis; los Estados han sido atacados por una dolencia
mortal, “la corrupción de la sangre”; sólo hace falta esperar el final de su
agonía. Del liberalismo han surgido los Estados constitucionales que han
sustituido a la autocracia, único gobierno útil a los no judíos”. (10, 11-12)
Las afirmaciones relativas
a lo nocivo de la libertad política tienen, lógicamente, en esta obra un
reverso diáfano consistente en alabar las supuestas virtudes de la autocracia.
Esta —sea la política de los zares o la religiosa de los papas— constituye,
según los Protocolos, el único valladar contra el peligro judío:
“La autocracia de los zares
rusos fue nuestro único enemigo en todo el mundo junto con el papado”. (15, 5)
Precisamente por eso, el
poder del autócrata debe tener para ser efectivo un tinte innegable de cinismo,
de maquiavelismo, de pura hipocresía utilitarista:
“La política no tiene nada
que ver con la moral”. Un soberano que se deja guiar por la moral no actúa
políticamente y su poder descansa sobre frágiles apoyos. “El que quiera reinar
debe utilizar la astucia y la hipocresía”. (1, 12)
Sin embargo, tal actitud no
debe causar malestar ni ser objeto de censura. Está más que justificada por el
hecho de que la autocracia es la única forma sensata de gobierno y la única
manera de crear y mantener en pie la civilización, algo que nunca puede emanar
de las masas:
“Solamente una personalidad
educada desde la juventud para la autocracia puede entender las palabras que
forman el alfabeto político”. (1, 19) “... Sin despotismo absoluto no hay
civilización; ésta no es obra de las masas sino sólo de su guía, sea quien
fuere”. (1, 21)
Naturalmente, el modelo
autocrático no se sustenta sólo sobre la figura del soberano sino sobre otros
pilares del sistema. Los Protocolos contienen, por lo tanto, loas a estos
estamentos concretos que se sitúan en labios de los supuestos conspiradores
judíos. El primero de ellos es la nobleza:
“... El triunfo más
importante... es acabar con los “privilegios”, que son indispensables para la
vida de la “nobleza no-judía” y la única protección que las naciones tienen
frente a nosotros” (1, 30)
Obviamente, la aristocracia
es presentada en términos ideales y, dicho sea de paso, radicalmente falsos
desde una perspectiva histórica. Así se afirma que es la protectora de las
clases populares y que comparte sus mismos intereses:
“Bajo nuestra dirección fue
“aniquilada la nobleza”, que es la protectora natural y la madre nutricia del
pueblo, y cuyos intereses están unidos inseparablemente del bienestar del
pueblo... La nobleza, que conforme a un derecho legal exigía la fuerza de
trabajo de los trabajadores, estaba interesada en que los trabajadores
estuvieran bien alimentados, sanos y fuertes”. (3, 6 y 8)
Obviamente el otro
estamento que debe colaborar —y al que se retrata de nuevo en términos
excesivamente positivos— es el clero que en Rusia llegó a extremos de
cesaropapismo extraordinarios:
“Controlado por su fe, el
pueblo avanzará bajo la tutela de su clero, pacífica y modestamente de la mano
de sus pastores espirituales”. Frente al panorama idealizado de la autocracia,
sustentada por la nobleza y el clero, Nilus opone el retrato de una supuesta
conjura mundial tras la que se encuentran los judíos. Estos, en teoría, se
hallarían ya muy cerca de la conquista del poder:
“... Hoy estamos sólo a
unos pocos pasos de nuestra meta. Sólo un tramo breve y el círculo de la
serpiente simbólica”, el símbolo de nuestro pueblo se cerrará. Y una vez que se
cierre el círculo, todos los Estados de Europa quedarán apresados en él como
dentro de un torno”. (3, 1)
Siguiendo un patrón
multisecular, Nilus presenta como base del poder judío el dominio económico,
dato no sólo falso sino sangrante si tenemos en cuenta la situación miserable
de los judíos de la Rusia de la época:
“Toda la maquinaria de
gobierno depende de un motor que está en nuestras manos y es el oro”. (5, 8)
La conjura, obviamente, se
manifiesta en una serie de acciones moralmente perversas desencadenadas por los
judíos. La primera es, naturalmente, intentar contaminar con su materialismo a
los que no son como ellos:
“Para no dejar tiempo a los
no-judíos para la reflexión y la observación, debemos apartar sus pensamientos
hacia el comercio y la industria” (4, 4)
Pero eso es sólo el comienzo. Según los Protocolos de Nilus, para que los judíos dominen el mundo se entregan a una serie de actividades simultáneas que desafían la imaginación más delirante. A ellos se les atribuye potenciar la idea de un “gobierno internacional” (5, 18), crear “monopolios” (6, 1), apoyarse en “las logias masónicas” (15, 13) (de nuevo la tesis de la conjura judeo-masónica!), fomentar “el incremento de los armamentos y de la policía” (7, 1), provocar una “guerra general”, “idiotizar y corromper a la juventud de los no-judíos” (9, 12), aniquilar “la familia” (10, 6), “distraer a las masas con diversiones, juegos, pasatiempos, pasiones” (13, 4), eliminar “la libertad de enseñanza” (16, 7) e incluso “destruir todas las otras religiones” (14, 1). En suma no hay nada que repugne a la mente autocrática de Nilus que no se deba atribuir a los judíos.
En esa paranoia que ve la
mano judía detrás de todo lo inaceptable llega en algunos casos hasta el
retorcimiento más absoluto o el ridículo más absurdo. Así queda de manifiesto
al afirmar que los no-judíos padecen “las enfermedades que les causamos (los
judíos) mediante la inoculación de bacilos” (10, 25) o al atribuir la
construcción del metro a turbias intenciones políticas:
“Pronto se habrán construido
en todas las capitales “trenes subterráneos”; partiendo de los mismos volaremos
por los aires todas las ciudades junto con todas sus instalaciones y
documentos”. (9, 14)
Al final, los judíos
conseguirán mediante semejantes artimañas su meta final:
“El “Rey de Israel” será el
patriarca del mundo cuando se ciña en la cabeza santificada la corona que le
ofrecerá toda Europa”. (15, 30)
Los últimos Protocolos
están dedicados presuntamente a pergeñar una descripción de cómo deberá
gobernar mundialmente el Rey de Israel. En realidad, son una descripción de la
monarquía autocrática ideal según Nilus. En la misma el monarca ideal deberá
evitar “los impuestos demasiado elevados” (20, 2) para evitar sembrar la
semilla de la revolución (20, 5), introducirá reformas como la creación de un
impuesto progresivo de timbres (20, 12), de un fondo de reservas (20, 14), de
un tribunal de cuentas (20, 17) y de un patrón basado en la fuerza de trabajo
(20, 24) y llevará a cabo una serie de medidas económicas como la restricción
de los artículos de lujo (23, 1), el fomento del trabajo artesanal (23, 2) y de
la pequeña industria (23, 3) o el castigo del alcoholismo (23, 4).
FUENTE extraída de la web: http://www.libertaddigital.com/opinion/ideas/los-protocolos-de-los-sabios-de-sion-1275325957.html autor: César Vidal.
El nazismo retoma el
antiguo antisemitismo y añade el "racismo biológico".
Hitler retomó el antiguo
antisemitismo y le añadió oscuras teorías autodenominadas "científicas"
que probaban la superioridad de la autotitulada "raza aria" (y con
ella, de todos los alemanes) sobre la "raza judía". Para ello se
apoyaba en las teorías, bastante confusas, enunciadas en particular por el
francés Gobineau, en el siglo XIX. Hitler entró en contacto con el
antisemitismo existente en Viena cuando era joven: Hitler, sin oficio, sin
alojamiento, vagabundo, deberá en aquellos tiempos refugiarse en un asilo para
transeúntes. Es en esta época cuando entrará en contacto con periódicos antisemitas.
Todo su odio se proyectará desde entonces contra los judíos. En "Mein
Kampf" ("Mi lucha"), Hitler compara continuamente a los judíos
con "parásitos" de los que hay que desembarazarse. Afirma que hay una
"sangre alemana" y una "sangre judía" (lo que
científicamente es absurdo) y que es necesario purificar a Alemania del
judaísmo.
El programa del Partido
Nazi propugnaba retirar todos sus derechos a los judíos:
"Programa
del Partido Nazi (1.920):
Exigimos la
constitución de una nueva Alemania. [...]
4. Solo los
ciudadanos pueden beneficiarse de los derechos cívicos. Para ser ciudadano, es
necesario ser de sangre alemana, sin importar la religión. Ningún judío puede
ser ciudadano.
5. Los no-ciudadanos
no pueden vivir en Alemania sino como huéspedes y deben someterse a la legislación
sobre extranjeros.
6. El derecho de
dirigir el Estado y de hacer las leyes está reservado exclusivamente a los
ciudadanos. Exigimos que la función pública no pueda ser ejercida por
no-ciudadanos.
7. Exigimos que el
Estado alemán se comprometa a procurar medios de subsistencia a todos los
ciudadanos. Si el país no puede alimentar a toda su población, los
no-ciudadanos deberán ser expulsados del Reich. [...]
23. Propugnamos la
lucha contra la mentira política y contra su propagación por la prensa. Para
favorecer la creación de una prensa alemana, exigimos: que todos los directores
y periodistas de los periódicos en lengua alemana sean ciudadanos alemanes;[...]
que sea prohibida por la ley toda participación financiera y toda influencia de
los no-alemanes [...].
24. Exigimos la
libertad en Alemania de todas las religiones, en la medida en que no pongan en
peligro ni ofendan el sentimiento moral de la raza germánica. [..] El Partido
combate el espíritu judeo-materialista. [...]
Munich, 24 de febrero
de 1.920
El programa del Partido
Nazi no dejaba lugar a dudas si se lee el artículo 4: Se retiraban sus derechos
de ciudadanía a los judíos que vivían desde hacía siglos en Alemania. A partir
de ahí, poco más se les podía quitar: la persecución podía comenzar.
FUENTE extraída: http://clio.rediris.es/fichas/Holocausto/antisemitismo.htm
DOCUFORUM
https://www.youtube.com/watch?v=rzGVSXD9LMw
Se proyectará otro vídeo, éste no es el que veremos en la tertulia
Tras visualizar el documental se abrirá el debate, planteándose todas las opiniones o interrogantes que surjan sobre el tema en cuestión.
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