GENERACIÓN DE NIÑOS CON
TRASTORNO DESAFIANTE y DE OPOSICIÓN y
“SÍNDROME
DEL EMPERADOR”
Las denuncias de padres
contra hijos por maltrato, amenazas y violencia verbal, física y psicológica se
han multiplicado por término medio y, en general, hasta ocho veces más en tan
sólo cuatro años. Los hijos que insultan y golpean a sus progenitores sufren el
denominado "síndrome del emperador". Este
síndrome que muchos adolescentes padecen y bajo cuyos síntomas actúan
comportándose como auténticos déspotas y tiranos, al igual que los emperadores
de la Historia lo fueron con sus súbditos, es una conducta de cuya incidencia
se conoce sólo "la punta del iceberg". Para la psicología actual, de
esta perturbadora conducta o síndrome de los menores sólo se conoce una
reducida parte de un complejo profundo y extenso problema.
El Síndrome del EMPERADOR
Por: Mª del Carmen Antón Boix, Abogado del
Ilustre Colegio de Madrid.
¿Qué está pasando
realmente? ¿Por qué cada día aumenta el número de niños con éste tipo de
trastorno desafiante y de oposición y en su grado más severo el conocido
Síndrome del Emperador?.
Entre ambos trastornos
existen unas diferencias a tener en cuenta, que seguidamente se van a detallar:
El trastorno de oposición
desafiante
(TOD) se define por un patrón recurrente de conducta negativista, desafiante,
desobediente y hostil dirigido a las figuras de autoridad. Si bien el TOD tiene
una relevancia clínica importante, son relativamente pocos los conocimientos
que tenemos, posiblemente debido a la falsa creencia de considerar este
trastorno como una variante o una manifestación del trastorno de conducta (TC).
La conceptualización
conductista parte de la idea de que la mala conducta es la consecuencia de
prácticas parentales inadecuadas (inconsistentes, no contingentes). Por este
motivo, el niño ha aprendido que la conducta oposicionista es eficaz para
manipular a los adultos con el fin de que capitulen ante sus deseos.
Los programas de
intervención desde una perspectiva conductista abarcan todos los contextos:
familiar, escolar y del propio niño.
El Trastorno de conducta es un trastorno más grave
caracterizado por un patrón repetitivo y persistente de conducta que comporta
una violación de los derechos básicos de los demás, de las normas sociales o de
las leyes. Aquí podríamos ubicar al “Síndrome del Emperador”. Para su
diagnóstico se requiere la identificación de conductas ubicadas por lo menos en
tres de los siguientes grupos:
- agresión a las personas o animales.
- conductas no agresivas que comportan
destrucción de la propiedad.
- fraude o robo.
- violación grave de las normas.
Resulta preciso que dichas
conductas comporten un desajuste social, académico o laboral.
Factores que determinan las
conductas:
Toda conducta está determinada por múltiples factores: los
genéticos o hereditarios y los situacionales o del medio (ambientales).
Los primeros se refieren a la conducta innata (instintiva) que existe desde el
nacimiento; los segundos, a la conducta concreta que se da ante una determinada
situación (aprendida). Durante mucho tiempo se pensó que gran parte de la
conducta humana era instintiva: el individuo a lo largo de su vida llevaba
consigo un repertorio de respuestas organizadas que se adecuaban a las
diferentes situaciones. Hoy se sabe que a los instintos se superponen las
respuestas aprendidas, y que la conducta instintiva es característica de las
especies animales, aunque estas puedan también desarrollar pautas de conductas
aprendidas.
Retomando el tema que nos
ocupa, y desde la perspectiva ambiental, ¿qué nos están queriendo decir esos
niños y/o adolescentes con éste tipo de conducta?. Estás y otras cuestiones se
abordarán en éste artículo, cuyo objetivo es asesorar e informar a los Padres
como afrontar los efectos negativos de las conductas transgresoras de alguno de
sus hijos, sobre todo, en el período adolescente de éstos.
Si partimos de la concepción
psico-ambiental, sin contemplar los factores genéticos, en todo tipo de trastorno de la conducta de un
niño, subyace la manifestación de los
conflictos no resueltos de sus progenitores o educadores, ¿a quién hemos de
reeducar realmente?, ¿al niño, o a sus padres? La respuesta a ésta cuestión es
obvia. En éste sentido, se hace
necesario un programa para reeducar y/o asesorar a los Padres – Una escuela de
Padres donde se les indique como educar a los niños desafiantes, marcando muy
claros los límites, pues en la mayoría
de los casos, los progenitores son los que fomentan la conducta de sus hijos, por
no establecer “la autoridad”, entrando en un bucle de retroalimentación de
dicha conducta.
No es fácil la educación
ética moral de nuestros pequeños, nunca lo ha sido, pero tras los cambios
sociales existentes en las últimas décadas, éstos han propiciado que los
progenitores no tengan tiempo para educar a sus hijos. Además hemos de tener en
cuenta que se ha pasado de una educación rígida, represiva y dogmática, a una
educación excesivamente indulgente. Actualmente la familia ha evolucionado y la
estructura familiar se ha modificado. Existen familias monoparentales,
divorciadas, reestructuradas, etc.,…, y del mismo modo las funciones familiares
también se han visto variadas: Los roles parentales se han diluido. La
autoridad incuestionada que caracterizó en algún momento al modelo patriarcal
del subsistema parental desapareció y ha sido reemplazada por el de una
autoridad flexible y racional.
Es importante que los
progenitores y educadores tengan claras sus competencias y obligaciones,
respecto a la educación para con sus hijos; es fundamental que se den tu tiempo
para transmitir a sus pequeños, normas de convivencia, valores como el respeto
a los mayores, civismo, entre otros aspecto ético-morales, dado que la escuela es un Estamento donde el
niño tiene la oportunidad de sociabilizarse, y donde adquiere un desarrollo
cognitivo que lo irá preparando para que forme parte del engranaje social
establecido.
Pero lamentablemente, por
la razones que hemos mencionado anteriormente, y otras, como la genética,
(temperamento), rasgos de personalidad, factores ambientales, a saber, podemos
deducir que independientemente de la génesis causal, éste síndrome se puede considerar
(multifactorial), pero en su aspecto social/ambiental, existe una marcada
tendencia donde la educación de las normas sociales se ha delegado única y
exclusivamente a los maestros, es decir, a la Escuela, y ésta ha de ser una Institución
donde su principal cometido sea impartir unos conocimientos culturales y contribuir
y apoyar a los Padres en ésta labor, pero colaborar, no significa que sea
competencia absoluta del Centro escolar, dado que los valores ético-morales y
los temas de “conciencia”, tendrían que transmitirse principalmente dentro del
seno familiar. Este sería uno de los
posibles desencadenantes, pero existen otros, no tan palpables, y por esa razón
no se contemplan, ni suscitan tema de debate.
No obstante, en éste artículo se hará mención de un agente
psico-espiritual, que a tenor de carecer de validez científica, nos invita a
contemplarlo y reflexionar al respecto.
Sea cual sea la variable o
variables que puedan propiciar una conducta desafiante, o el citado trastorno
de conducta “Síndrome del Emperador”, es
evidente que si el niño transgrede las normas establecidas, las consecuencias
pueden ser nefastas, el sujeto, como es
de esperar, no podrá desenvolverse con normalidad en su entorno, formando parte
de un colectivo de exclusión social, fomentando o agravando conflictos psicológicos,
que puedan derivar de dicha conducta.
Tal
y como se puede vislumbrar, algo no está funcionando bien, la sociedad actual
está repleta de síndromes y más síndromes. Estamos ante una sociedad “enferma”,
psico-espiritualmente hablando, hay mucho que resolver, sobre todo en lo
concerniente a los valores humanos, por esa razón se están generando
alteraciones de conducta en los niños producto de una sociedad donde no tiene
cabida la compasión, ni el amor al prójimo, donde impera el egoísmo. Lo más alarmante de todo, es que los niños
con “síndrome del emperador carecen de “CONCIENCIA”, no hay
remordimientos cuando ejercen su rol de Emperadores, tiranizando a sus mayores,
y a todos quienes les rodean.
El
objetivo de esos niños es hacer su santa voluntad, sin importarles, ni las
consecuencias, ni el sufrimiento de sus semejantes, no hay límites, ni moral,
todo vale, ni sufren ni padecen, ante el dolor ajeno.
“Según Vicente Garrido psicólogo
criminalista y autor del libro “Los
hijos tiranos. El síndrome del emperador”: “El elemento esencial del síndrome del
emperador es la ausencia de conciencia. Son niños que genéticamente tienen
mayor dificultad para percibir las emociones morales, para sentir empatía, compasión
o responsabilidad, y como consecuencia tienen problemas para sentir culpa”.
Añade que los rasgos de personalidad psicopáticos a tener en cuenta son:
insensibilidad emocional, falta de conciencia, falta de empatía y ausencia de
culpa. Asegura que:
"El sistema nervioso de estos chicos por
alguna razón tiene problemas para aprender las lecciones morales, para sentir
empatía, compasión o responsabilidad. Y, como consecuencia de esto, tienen
problemas para sentir culpa, una reacción emocional que sólo puede existir
sobre la base de que previamente me he vinculado con la gente
Podré fingir que lo
lamento, pero en el interior a mí me da igual. Como consiguiente, hay una
ausencia de conciencia". En su opinión estos chicos se creen con derecho a
exigir y lograr –sea como sea-, lo que se les antoja cuando lleguen a la edad
adulta serán hombres y mujeres violentos, agresores de sus parejas y acosadores
de sus compañeros de trabajo, cuando no fracasados sociales o delincuentes.”
MÁS ALLÁ DE LAS MANIFESTACIONES
Se
ha escrito mucho sobre el tema de “la Nueva Era”, y del despertar de la
conciencia, seguramente se preguntaran… ¿que tiene que ver el tema que se está
abordando en éste artículo, con el despertar de la conciencia?, -pues bien -, aunque parezca que no haya
ninguna relación, existe nexo entre ambas temáticas, que seguidamente vamos a
tratar de manera objetiva, observando que es lo puede subyacer en el fondo, más
que en la forma.
El término Nueva Era o New
Age –utilizado durante la segunda mitad del siglo XX y principios de XXI- se
refiere a la Era de Acuario y nace de la creencia astrológica de que el
Sol pasa un periodo (era) por cada uno de los signos del zodiaco. Para las
personas que creen en las influencias astrológicas, cada una de estas eras está
marcada por cambios sociopolíticos muy significativos.
Según esta creencia, la
Era de Acuario marcará un cambio en la conciencia del Ser humano y que
ya se está empezando a notar. Las ideas reformuladas por sus partidarios suelen
relacionarse con la exploración espiritual, la medicina holística, el
misticismo. También se incluyen perspectivas generales en historia, religión,
espiritualidad, medicina, estilos de vida y música.
Los defensores de la Nueva
Era tienden a redefinir el vocabulario de distintos sistemas de creencias, lo
que produce “energía”, “campos de energía” y varios términos tomados de la
física cuántica y la psicología, situando con frecuencia a la Nueva Era en el
terreno de las pseudociencias.
Sea
cual sea las creencias de cada quien, el ser humano está evolucionando
constantemente por lo que viene implícito cambiar patrones de pensamiento para
trabajar nuestras emociones, nuestras pasiones, para poder adaptarnos a éste cambio evolutivo
que presumiblemente hemos de asumir.
Volviendo
a retomar el tema central de éste artículo, y desde una visión
psico-espiritual, probablemente éstos niños están haciendo una importante labor,
a pesar de su aparente falta de “CONCIENCIA”, su conducta está ayudando
a sus padres a hacer esa evolución, para que modifiquen esos patrones mentales
que ahora ya están obsoletos.
Podríamos
apuntar, -volvemos a recordar, desde una perspectiva psico-espiritual- que la
conducta de un niño desafiante, y en casos más extremos trastorno de conducta conocido como “Síndrome del Emperador, nos está enseñando que tenemos que trabajar nuestra “ecuanimidad”,
actuando en su justa medida, así como aceptarnos y aceptar el reconocimiento de
nuestros propios errores, desde el AMOR, con firmeza, y superar el dogmatismo y
la negación ejercida por una educación rígida, sin necesidad de paliarla con
demasiada indulgencia con nuestros hijos. Existe un conflicto no resuelto parental
en nosotros, y no, en nuestros adolescentes.
Como
no está resuelto el conflicto esencial, sigue latente, -pero eso, si, muy
velado por la educación recibida por nuestros Padres-, por ello se nos vuelve a
repetir con nuestros hijos, poniéndonos a prueba y dándonos oportunidad de
perdonar, de lo contrario, se nos vuelve a reproducir la misma historia, pero
en está ocasión, la tiranía es ejercida por nuestros descendientes.
Desde
un punto de vista positivo, nos invita a reformularnos cuestiones filosóficas,
tomando, “Conciencia”, conciencia del resentimiento, y la necesidad de
perdonar, viendo reflejado en la conducta del niño lo que precisamente no hemos
de hacer. A partir de ésta concienciación, se podría superar el proceso de una
conducta de ésta índole.
Siguiendo
en la misma línea, si nos basamos en el criterio de que el ser humano está en
constante evolución espiritual, no es de extrañar, que dichas conductas, vayan
en aumento, pues seguimos repitiendo errores. Somos corresponsables de todo lo
que nos acontece, pero parece ser que nos cuesta asumirlo.
Como ya hemos
citado al principio de éste artículo, existen múltiples factores que podrían
atribuirse a los desordenes de conducta infanto/juveniles, pero no debemos olvidar que el
ser humano se constituye en una unidad bio-psico-social-espiritual; donde todos
estos elementos interactúan y se manifiestan en cada una de sus conductas. No obstante, hacemos hincapié en el factor espiritual, y desde éste aspecto, podríamos encontrar una posible explicación
pseodocientífica de la proliferación de ésta conducta, -la necesidad de
crecer personal y espiritualmente- y por ello se nos presenta un fenómeno
social que nos obliga a reflexionar y a cuestionarnos que es lo que no estamos
haciendo bien.
A continuación vamos a
tratar de exponer como comportarnos ante el citado trastorno de conducta, para
mitigar sus manifestaciones.
Actitudes para tratar a
niños con problemas de conducta.
1.
Reconocer
las virtudes de nuestros hijos y tratar de ignorar sus debilidades.
2.
Escuchar
a nuestros hijos. Si deseamos que éstos nos escuchen, nosotros necesitamos
aprender a cómo escucharlos.
3.
Ser
amplio de criterio y justo. Si nosotros reconocemos lo mejor de nuestros hijos
también hay que reconocer cuando ellos han hecho algo incorrecto en la escuela
o en contra de la ley, de esa manera les estamos dando apoyo y mostrándoles
honestidad.
4.
Mostrar a nuestros hijos que nosotros no
culpamos a nadie cuando hacemos lo incorrecto o cuando las cosas van mal debido
a la mala suerte.
5.
Mostrar
a nuestros hijos cómo concentrarse en buscar soluciones en vez de encontrar a
alguien a quién echarle la culpa.
6.
Tratar
de estimularlos con nuestro ejemplo para que hagan lo correcto en vez de
forzarlos a hacer lo correcto mediante presión y castigo.
7.
Dejar
que nuestros sentimientos de malestar se calmen antes de conversar con nuestros
hijos acerca de lo que han hecho mal.
8.
No
pelear con nuestra pareja en una forma de que afecte a toda la familia y
preocupe a los niños.
9.
Permitir
a los niños hablar cuando están molestos sin que nos molestemos nosotros. Esto
les ayudara a saber que uno puede enojarse y que, sin embargo, se puede
conversar acerca de eso en una forma constructiva y segura.
10.
Establecer
normas justas y consistentes para nuestros hijos.
11.
Establecer
límites claros y mostrar que hay que obedecer a la autoridad con respeto.
12.
Dar
pautas claras de civismo y conducta ético-morales.
En éstos
12 puntos se ven reflejadas pautas (actitudes) de seguridad, ecuanimidad y
equidad con nosotros, y sobre todo, con nuestros hijos, a través del respeto,
educando al niño para que pueda ser en un futuro inmediato, un ser humano que
aplique la comprensión y el amor, en todo cuanto realice. Si llevamos a cabo
una introspección de nuestros actos, estaremos trabajando el orgullo, y
la soberbia, pilares fundamentales, en los que se han sustentado la mayoría
de los conflictos intergeneracionales.
Hasta
aquí, estas sugerencias pueden ayudar a tener una mejor relación con nuestros
hijos, pero si aun persiste la conducta desafiante, entonces hay que recurrir a
un profesional, pero no estaría de más preguntarnos y reflexionar que factor, o
factores están manteniendo la conducta trasgresora del niño y/o adolescente.
Por último, quisiera manifestar que es lógica la alarma social que
está suscitando el citado síndrome, y que por ende causa un gran “dolor” a esos
Padres que no entienden lo que les está sucediendo, sin saber que hacer, donde el
entramado social queda perplejo ante la proliferación de los mismos. En
consecuencia, y desde distintas disciplinas, se están cuestionando debates de índole
psico-filosóficos-espirituales, para hallar la respuesta a un fenómeno social
que no deja de ser paradoxal, dentro de una sociedad avanzada y “civilizada”,
en plena “Nueva Era”.
Todo
ello nos invita a reflexionar y a meditar respecto a lo que se ha descrito en
éste artículo, y para concluir, sugeriría a esos Padres un viaje introspectivo-
mirarse así mismos, observándose y observando a sus hijos, para realizar un
trabajo de crecimiento personal, creciendo
al unísono con ellos para dejar atrás los miedos y resentimientos, adquiriendo
“conciencia” de ese aprendizaje para comprender que su hijo ha sido, o puede
ser, un gran maestro en su proceso de vida.
Montserrat
Guardia
Licenciada
en Psicología
Colegiada
nº 17.982.
Gracias por compartir tus conocimientos atraves de este medio, he diagnosticado el problema de mi hijo ahora a buscar a un profesionista que domine el tema y claro con nuestra ayuda tengo fe que saldrá adelante.
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarGracias a ti por leerme y espero que en éstas fechas ya este controlado el problema de su hijo.
Cualquier consulta que quiera formular no dude en hacerla.
Saludos
Montse Guardia