LA MELANCOLIA
En primer lugar hemos de definir que es la melancolía, sabemos que es un estado emocional que aparace cuando nos sentimos que hemos perdido aquello que sentíamos nuestro en lo más profundo.
Término derivado del griego melas (negra) y khole (bilis), utilizado en filosofía, literatura y medicina, en psiquiatría y en psicoanálisis; desde la Antigüedad, designa una forma de locura caracterizada por el ánimo sombrío, es decir, por una tristeza profunda, un estado depresivo que puede llevar al suicidio, y por manifestaciones de temor y desaliento que pueden o no tomar el aspecto de un delirio.
Aunque la melancolía ocupa un lugar importante en el dispositivo freudiano, los mejores estudios sobre este tema no fueron producidos por el discurso psiquiátrico o psicoanalítico, sino por los poetas, los filósofos, los pintores y los historiadores que supieron asegurarle un estatuto teórico, social, médico y subjetivo.Desde la descripción homérica de la tristeza de Belerofonte (héroe perseguido por el odio de los dioses, ya que había querido escalar el cielo) hasta la teorización de Aristóteles acerca del "genio melancólico", pasando por el relato mítico de Hipócrates sobre Demócrito (ese filósofo "loco" que se reía de todo y diseccionaba animales para encontrar en ellos la causa de la melancolía del mundo), esta forma de lamentación perpetua siempre fue la expresión más incandescente de una rebelión del pensamiento y también la manifestación más extrema de un deseo de autoaniquilación ligado a la pérdida de un ideal.
De allí la idea desarrollada por Erwin Panofsky (1892-1968) de que la historia de la melancolía es la historia de una transferencia permanente entre el dominio de la enfermedad y el del espíritu, el relato de la intensa y sombría irradiación del sujeto de la civilización víctima del desfallecimiento de su deseo.
Con la instauración del saber psiquiátrico en el siglo XIX, la melancolía sufrió numerosas variaciones terminológicas, destinadas en primer lugar a transformar esa extraña “Felicidad de estar triste" (como diría Victor Hugo) en una verdadera enfermedad mental sin adornos literarios o filosóficos, y en segundo término a inscribirla en una nueva nosografía regida por la división entre psicosis y neurosis. Llamada lipemanía por Jean-Étienne Esquirol (1772-1840), la melancolía tomó después el nombre de locura circular en la pluma de Jean-Pierre Falret (1794-1870), y se la vinculó entonces con la manía. A fines del siglo, Emil Kraepelin la incorporó a la locura maníaco-depresiva, más tarde refundida en la psicosis maníaco-depresiva.
Poco interesado por esta psiquiatrización del estado melancólico, Sigmund Freud renunció a acercar manía y depresión, prefiriendo revigorizar la antigua definición de la melancolía: no ya una enfermedad, sino un destino subjetivo.En 1895 Freud se planteó el problema de la melancolía, y en un manuscrito enviado a Wilhelm Fliess la relacionó con el duelo (es decir, con el lamento por algo perdido") la comparó con la anorexia y la vinculó con una ausencia de excitación sexual somática. Pero sólo en 1917 publicó un texto magistral sobre el tema, "Duelo y melancolía", haciendo del segundo término la forma patológica del primero. Mientras que en el trabajo de duelo el sujeto logra desprenderse progresivamente del objeto perdido, en la melancolía, por el contrario, se piensa culpable de la muerte que ha sobrevenido, la niega, se cree poseído por el difunto o afectado de la enfermedad que llevó a la muerte a este último.
En síntesis, el yo se identifica con el objeto perdido, al punto de perderse a sí mismo en la desesperación infinita de una nada irremediable. Antes de publicarlo, Freud envió este texto a Karl Abraham, gran especialista freudiano en las psicosis, y principalmente en la melancolía en su forma de psicosis maníaco-depresiva, a la cual dedicó varios artículos.Mientras que los freudianos asociarían los datos de la nosografía psiquiátrica con la reflexión psicoanalítica sobre el duelo, la escuela kleiniana, marcada desde el principio por el trabajo de Abraham, acentuó la problemática de la pérdida del objeto y de la posición depresiva inscrita en el núcleo de la realidad psíquica.
A fines del siglo XX, la depresión, forma atenuada de la melancolía, se ha convertido en las sociedades industriales avanzadas en una especie de equivalente de la histeria de la Salpêtrière, exhibida en otro tiempo por Jean Martin Charcot: una verdadera enfermedad de la época. Pero si la histeria aparecía a los ojos de los contemporáneos como una rebelión del cuerpo femenino contra la opresión patriarcal, la depresión, cien años más tarde, parece ser la marca del fracaso del paradigma de la rebelión en un mundo carente de ideales y dominado por una poderosa tecnología farmacológica muy eficaz en el plano terapéutico.
Por otra parte, en la estructura melancólica hay una constante, como lo demostró Freud. Se trata de la imposibilidad permanente de que el sujeto haga el duelo del objeto perdido.
Y es esto sin duda lo que explica la presencia de ese famoso "temperamento melancólico" en los grandes místicos, siempre en peligro de alejarse de Dios; en los revolucionarios, siempre en busca de un ideal que se sustrae, y en algunos creadores, que persiguen constantemente una superación de sí mismos.
Aunque si bien es verdad que la persona con tendencia melancólica, le será difícil de salir de este estado, actualmente existen muchas técnicas para paliar este sentimiento doloroso que puede llegar a la pérdida de sentido de vivir, y en casos extremos a un suicidio.
Seguiré hablando del tema en una próxima entrada, dando información de técnicas, así como de consejos para salir de un estado melancólico.
Espero os haya sido de vuestro interés.
Montse Guardia
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