ACTIVIDADES SÁBADO 23 DE JULIO
CENA/TERTULIA: EL NEGOCIO DE LA SALUD
¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA MEDICALIZACIÓN DE LA VIDA?
¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA MEDICALIZACIÓN DE LA VIDA?
Nuestro punto de encuentro para éste Sábado 23 de Julio a las 20:00 horas, será en el RESTAURANTE PIZZERIA GINOS de BARCELONA, http://www.ginos.es/, sito en la céntrica Ronda Universidad, nº 27, esquina con Balmes y Rambla de Catalunya, y a muy pocos metros de la Plaza de Catalunya. Es un local confortable donde podremos tertuliar con tranquilidad, realizar una conferencia, y disfrutar de buena cena.
Importante:
Cuando entréis en el restaurante habréis de ir hasta el fondo y bajar unas escaleras, allí encontraréis la sala comedor para grupos.
Cuando entréis en el restaurante habréis de ir hasta el fondo y bajar unas escaleras, allí encontraréis la sala comedor para grupos.
Vamos a estar en un salón privado donde estaremos libres de ruidos ambientales.
A las 20:00 horas iniciaremos pase del documental “EL NEGOCIO DE LA SALUD” ¿Qué hay detrás de la medicación de la vida? -Se ruega puntualidad. Tras visualizar dicho documental, realizaremos un DOCUFORUM relacionado con éste tema.
Sobre las 22 horas cenaremos.
Para los más marchosos, después de cenar iremos a tomar una copa, o a Bailar.
Ruego confirmar asistencia para efectuar reserva de comensales. Para reservar llamad al móvil 654113551, Montse Guardia.
A las 20 horas iniciaremos pase de documental
EL NEGOCIO DE LA SALUD
¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA MEDICALIZACIÓN DE LA VIDA?
Se ruega puntualidad
EL NEGOCIO DE LA SALUD
El
poder del Capital también bajo su forma de dominio político, mediante el Estado
y sus burocracias, pretende y en mucho consigue apoderarse del control sobre la
vida de sus «súbditos/ciudadanos». Los seres humanos, cada vez más,
constituimos una multitud de repeticiones uniformadas, de clones. El control
sobre la vida forma parte esencial de los objetivos de los poderes económicos y
políticos: «el poder se hace cargo de la vida» y esto da lugar entre otras
consecuencias a individuos aislados, inmersos en la fragorosa soledad de la
aglomeración.
El
incremento y la aceleración en el desarrollo de las técnicas biomédicas
amenazan con una modificación significativa de la biología que está dirigida,
además de promover el consumismo, a la búsqueda de nuevos medios y canales de
control sobre los seres humanos. Nuevas formas de control y de dominio se
gestan a la sombra de la medicalización de la vida, ocultas por la propaganda y
el ruido que genera la autoproclamada «revolución» biotecnológica y su ideología,
la bioética.
La
industria farmacéutica: otra forma más de control
Iniciada
en el siglo XIX, fue a lo largo del siglo XX que la industria farmacéutica y de
las drogas se desarrolló tan aceleradamente que es junto a las industrias de
las armas y las petroquímicas la que más beneficios le permite acumular al
Capital. La industria farmacéutica, tal como actualmente está estructurada,
surgió de las potentes corporaciones que dominaban la industria del petróleo y
de la química, como una manera de diversificar sus ganancias y realizar nuevas
inversiones que aportasen suculentos beneficios (en EE UU el impulsor fue el
grupo Rockefeller que en las primeras décadas de este siglo controló el 90% de
la industria petroquímica de América). Principalmente después de la 2ª Guerra
mundial estas ya grandes corporaciones se organizaron con el objetivo de
controlar los sistemas sanitarios de todo el mundo, en primer lugar del llamado
primer mundo capitalista que era donde más medicamentos podía consumir la
población de manera inmediata y posteriormente del resto de países, promoviendo
epidemias que se han convertido en plagas como el Sida, la gripe A y
recientemente, intentaron con el ébola. La nocividad capitalista origina
enfermedades que se extienden sin querer entender sus causas, como el
desmesurado aumento de todo tipo de cánceres o el de la diabetes, etc. El
cuerpo humano y su salud se convierten en un medio para seguir acumulando
beneficios y poder.
Actualmente
las empresas farmacológicas más importantes son de EEUU, Europa y Japón. Sólo
25 empresas controlan más del 50% del mercado mundial de medicamentos. De las
10 empresas farmacéuticas y biotecnológicas más importantes 6 son de EEUU. Sus
tasas de beneficios son las más elevadas de todos los sectores de la
producción, en el año 2005 vendieron medicamentos con un beneficio de 605.400
millones de dólares. En el año 2004 los beneficios de Pfizer, la mayor
multinacional farmacéutica, superó los 53 mil millones de dólares. Por el
contrario y a pesar de sus ganancias billonarias, la carga impositiva del
Estado sobre las empresas de este sector es la más baja de todas, pues cuentan
con la justificación de invertir en la salud pública.
La
industria farmacéutica forma el mayor lobby de Estados Unidos; durante el año
2004 invirtió más de 120 millones de dólares en influir sobre el gobierno, en
los últimos siete años ha invertido más de 700 millones de dólares para este
fin, esto supone el mayor gasto realizado desde un sector de la industria para
influir en las decisiones del ejecutivo de EEUU; empresas como Pfizer o Glaxo
fueron de las que más dinero donaron en las elecciones que hicieron presidente
a Bush II.
Algunos
datos que sirvan de ejemplo: según un informe de la Asociación de Agentes de
Propaganda Médica de la Argentina,1 la diferencia entre lo que realmente cuesta
fabricar una droga y su precio en las farmacias puede alcanzar el 55.281 por
ciento. El Valium, Diazepán fabricado por la multinacional Roche tiene un
incremento del 33.623 %. Un informe sobre las tendencias farmacéuticas elaborado
por el Deutsche Bank afirmó que los ciudadanos del planeta gastaron en el año
2010, 40.000 millones de euros en comprar medicinas que no curan nada.
Los
beneficios de la industria farmacéutica crecen vertiginosamente a nivel
mundial: los ingresos para el sector fueron en el año 2004 de 550.000 millones
de dólares, un 7% más que los registrados en el año 2003; pero en el año 2005
los beneficios ascendieron a 605.400 millones de dólares.
La
industria farmacéutica gastó el año 2004 en propaganda para promocionar sus
medicamentos más de 60.000 millones de dólares, cifra que representa el doble
de lo que las diversas empresas invierten en investigación.
Ante
estos datos es evidente reconocer los efectos iatrogénicos, es decir de origen
médico, derivados de la medicalización de la vida. Las compañías farmacéuticas
priorizando la usura han sometido a muchas personas a medicamentos y
tratamientos que enferman y matan, usándonos como cobayas. Con procedimientos
mafiosos han impuesto el uso de productos de dudosa eficacia y riesgos
conocidos, comprando médicos a los que convierten en simples agente
comerciales. Igualmente han salido victoriosos de los pleitos que les han
puesto los afectados. No paran de inventar malestares para, gracias a la
propaganda de los Medias y con la colaboración del Estado y de su Sistema
Sanitario, convencer al máximo número posible de personas de que están
enfermas, difundiendo falsas enfermedades que promueven males que no existen.
Por ejemplo, según un estudio realizado por el «Public Library of Science
Medicine», en EEUU últimamente se han hecho públicos informes que afirman que
el 43% de las mujeres padecen disfunción sexual, cosa que es falsa; también
promueven como enfermedades condiciones normales como la menopausia o que
simples factores de riesgo como el colesterol sean presentados como
enfermedades.
El establecimiento de unos estándares de normalidad en el
funcionamiento de todos nuestros órganos impone que por encima o por debajo de
ellos caigas en su categoría de enfermo; estas pautas son universales, iguales
para niños o ancianos, asiáticos u africanos y válidas en cualquier
circunstancia. Con ello se impone la neurosis del control médico, los análisis,
las pruebas y sus consecuentes medicaciones de estabilización. Estos parámetros
alcanzan incluso las categorías estéticas de estatura, peso, color, forma del
físico y de cada uno de sus miembros. Fuera de ellos caemos en la desgracia
social y personal, emprendiendo una carrera por la cirugía y sus implantes que
no acaba con la vejez, porque tampoco se aceptan las secuelas de esta condición
natural. Los pensionistas, inútiles ya como productores, se convierten en los
mejores clientes de la industria farmacéutica ofreciendo sus vidas, como los
niños, a las vacunas y a las visitas de ambulatorio. Esta situación de locura
que impone el mercado provoca múltiples desarreglos mentales y miles de
inadaptados que serán otro de los pilares del negocio químico que intenta
reinsertarte con sus drogas allá de donde saliste rebotado o al menos paliar la
incomodidad social del rechazado «normalizándolo».
Siempre
enfermos
La
medicalización de la vida o la influencia de la medicina sobre las costumbres
(y por lo tanto sobre la moral), ha tomado actualmente tales proporciones que
los conceptos de salud y enfermedad constituyen grandes criterios morales en
los países avanzados del capitalismo. El Estado y sus burocracias sanitarias en
una interesada interpretación de la «sanidad pública», se han adueñado del
control de la salud de sus súbditos, convirtiéndose en los mediadores que
deciden sobre el estado de salud o enfermedad de nuestros cuerpos. Como todos
estamos afiliados al sistema sanitario (SS: Seguridad Social), desde que el
Estado tomó su control3, la población en general pasa a ser potencialmente
paciente y potencialmente enferma, desde el momento en el que todos integramos
las listas de sus estadísticas y de que todos somos objetivo de sus controles,
estudios o propagandas médicas. La salud ya no es responsabilidad de cada uno
de nosotros (lo es tan sólo en la culpabilización por nuestra mala salud), una
relación o diálogo de uno mismo con su cuerpo sino que es el Estado,
instrumento del Capital, como mediador de nosotros mismos y la salud de nuestro
cuerpo, quien señala e impone las pautas y normas de comportamiento a obedecer
respecto a la «cultura de la salud».
La
imposición de la medicalización de la vida o el triunfo de la burocracia médica
transforma la relación, siempre jerárquica, entre médico y paciente que al
verse mediada por el Estado, en tanto que gestor económico del sistema
sanitario, convierte la cuestión y el concepto de salud en una cuestión moral,
en una de las moralinas civiles de las democracias capitalistas.
Ecológicamente
constatamos que el «progreso» técnico de la humanidad, que ha evolucionado en
razón de su dominio y control sobre la naturaleza, no ha significado implantar
los medios suficientes para paliar la necesidad y encontrar una nueva libertad.
Al contrario, los medios, la técnica, se han convertido en el único fin y en
medio de dominación y control sobre la mayoría de los seres humanos. Esta
supuesta «línea de progreso» se representa realmente como una regresión y más a
partir del triunfo total del sistema capitalista, mediante el cual la potencia
técnica de destrucción de la naturaleza (también de la humana) avanza en
progresión geométrica. Es un hecho que con el Capital la destrucción del
ecosistema abarca el mapa planetario, los efectos globales de las heridas
producidas por la cultura del carbón y la electricidad o la nuclear y del
petróleo son evidentes en el mundo entero. Este desprecio del sistema
capitalista sobre el medio que lo alberga, es decir sobre la naturaleza, toma
proporciones catastróficas y el único criterio que no altera ni alterará jamás
es el del máximo beneficio, que permita la máxima acumulación de capital en el
menor tiempo posible.
La
destrucción del ecosistema plantea los mayores peligros para la salud
medioambiental y por lo tanto para la in-salud de los seres humanos. La
patología humana del ecocidio -patogénesis por alteración de los elementos: la
tierra, el agua, el aire, y los alimentos, etc.- adquiere características de
nuevas epidemias (se han curado viejas pandemias, se han generado nuevas), en
forma de enfermedades respiratorias crónicas, alergias, cáncer, malformaciones
congénitas a causa de productos químicos o nucleares, mutaciones de
microorganismos y órganos, trastornos del comportamiento, estrés, enfermedades
inducidas desde los laboratorios, etc. La patodicea ecológica, es la clave de
las patologías que, en esta época intersecular, han convertido al ser humano en
un ser doliente, así como la Tierra en un planeta enfermo.
La
Organización Mundial para la Protección ambiental publicó recientemente un
estudio llevado a cabo en Europa con vistas a la detección de la presencia de
productos químicos en la sangre. Efectuado en tres generaciones de familias
(abuelos, sus hijas y nietas), los resultados finales son preocupantes: Se
encontraron 63 productos químicos en los abuelos, 49 en las madres y 59 en las
hijas.
Este
hecho está relacionado con la presencia de productos químicos, tales como
pesticidas, en los diversos productos que consumimos diariamente. Como es
obvio, el organismo humano posee un sistema de eliminación complejo preparado
para expulsar las toxinas. Pero las complicaciones surgen cuando los órganos que
efectúan la eliminación están sobrecargados por el exceso de sustancias
nocivas, lo que a largo plazo origina algunos de los estados patológicos
referidos.»
En
realidad el sistema médico y la medicina en la historia de la humanidad
(fundamentalmente desde el triunfo de la sociedad jerarquizada y de dominio),
siempre ha ejercido un poder normalizador, es decir, de control social que se
basa en los conceptos y criterios de salud y enfermedad, lo normal o sano que
señala la adaptabilidad y funcionalidad en el orden establecido y lo patológico
que debe apartarse o encerrarse. La medicina como cosa de especialistas que
quizás nació junto y paralela a la religión como especialización de saberes,
logró crear un orden normativo y de derecho propios, alejado y ya rival de la
religión, como otro poder. Pero será con el triunfo de la burguesía y su toma
del poder del Estado, que le permitirá la implantación de la ideología surgida
de la Ilustración, con el que el sistema médico adquirirá un auténtico y
«racional» estatuto científico, profesional y político.
Es,
sin embargo, a partir de la Segunda Guerra mundial y de las nuevas condiciones
de ella surgidas (keynesianismo como modo de restaurar una Europa y parte de
Asia completamente destruidas), que se impone este sistema sanitario ahora
mundialmente dominante (cuya única variación es el modelo estatal o privado,
desposeyendo ambos al ser humano de una autonomía respecto a su salud).
Este
sistema sanitario se basa en la medicalización de la vida como sinónimo de
cultura de la salud. Esta medicalización se fundamenta en el enganche masivo de
los pacientes a los fármacos. Categoría, la de pacientes, que pretende y cada
vez consigue englobar más a todos los seres vivos del mundo. Este enganche
masivo de los humanos y también de animales y plantas a los fármacos ha
convertido a las empresas que los producen en riquísimas y poderosas
corporaciones mundiales, con un poder que supera al de la mayoría de Estados.
Bajo el nombre de sistema o “cultura” del bienestar y de la salud enfermó completamente
el Planeta.
Pero
tras la crisis del petróleo, en la década de los 70, aparecen en torno del
poder de las burocracias del Estado, también en la medicina, nuevos discursos
para imponer viejas ideas de dominio y de control sobre los «súbditos/ciudadanos»,
a los que a partir de ahora se los culpabiliza y se los considera responsables
de los males del Planeta, de la contaminación de la tierra, del aire y el agua,
y también de su mala salud generalizada, de la que se hace responsable al paciente
por su mala conducta y mal estilo de vida. De esta manera el sistema médico
consigue imponer la mala salud iatrogénica, y por lo tanto la expropiación del
cuerpo por los profesionales de la salud. El ser humano no es ya una forma
particular de vida, pasa a ser un objeto de control y estudio biológico, un
número dentro de las estadísticas: un paciente. Para lograr convertir el género
humano en pacientes el sistema sanitario impone la consigna extraída de una
comedia: «La gente sana son enfermos que
se ignoran».
Pero
no sólo los seres humanos son convertidos en pacientes, todas las especies de
plantas y animales que el hombre produce industrialmente en cautividad están
sometidas al control de los técnicos, a la química y a los fármacos. Incluso ni
los llamados «animales salvajes» se libran del manoseo y las molestias de los
burócratas ecologistas en acción y cada vez que cae un animal en sus manos,
además de colocarles chips, collares y anillas son controlados médicamente por
especialistas veterinarios y, por lo tanto, medicalizados, entrando a formar
parte del aislamiento de la estadística que los transforma en pacientes, pues
padecen el sufrimiento que estos burócratas les infligen.
Las
burocracias del Estado y entre ellas la del sistema sanitario medicalizan la
vida, también, por supuesto, a través del lenguaje imponiendo un determinado
uso de éste, señalando el uso de unos términos y el olvido de otros y lo que es
más importante: aniquilando otros saberes. Se crea una muy determinada forma de
acultura, mediante la propaganda masiva que difunde unas formas políticas que
pretenden disciplinar y controlar a sus «súbditos», al igual que el sistema
sanitario «cuida”», es decir, disciplina y controla a sus pacientes.
El
uso corriente de metáforas médicas en el lenguaje de los políticos no es un
hecho de hoy, desde siempre los políticos han gustado de imaginar la sociedad
como una masa enferma y a ellos mismos como los especialistas capaces de
curarla, tienen “el hábito de describir exhaustivamente una enfermedad social y
luego ponerle la correspondiente droga”, (Chesterton).
Actualmente,
en los medios de comunicación de la propaganda política, asistimos a la
multiplicación de estas metáforas médicas en boca de los políticos, hay recetas
políticas y económicas que son distribuidas por determinados órganos
burocráticos del poder para que intercambiables políticos las apliquen y así
tratar de recuperar la salud económica del país.
Así
las categorías de salud y enfermedad, normal y obediente o díscolo y
patológico, son trasladadas de la experiencia carnal o corporal del humano aislado
al desorden de la organización social bajo el sistema capitalista.
Mayoritariamente
se nace en un hospital, pero también se muere en un hospital
Hasta
los inicios del siglo XIX la función del médico no se entrometía directamente
en la muerte de los humanos, cumplía su tarea de curar o aliviar enfermedades,
evitar la muerte quizá sí entraba en sus funciones, pero diagnosticar la muerte
no. Con el invento del estetoscopio en 1818 la técnica proporciona al sistema
médico un instrumento adecuado, entre otras cosas, para certificar la muerte
del ya paciente. En el siglo XX, con el dominio absoluto de la técnica sobre el
sistema médico éste se convierte en sistema sanitario, regulado por el estado,
que no sólo tiene que evitar la enfermedad, sino también controlar la salud de
todos los súbditos que son ya pacientes. El médico se convierte, pues, en
experto en controlar y corregir, no sólo la salud, sino también el cuerpo de
todos los pacientes.
La
formación de este formidable sistema burocrático y la aparición en los
hospitales de departamentos especializados en «cuidados intensivos», combinado
con la implantación de todas las «novedades» técnicas, permitieron
definitivamente convertir al médico en el especialista que diagnostica la
muerte, de hecho en su formación se halla «la enseñanza y el diagnóstico de la
muerte». Uno no está muerto hasta que el médico correspondiente lo certifica.
Con
el control médico de la muerte, ésta deja de ser un dominio exclusivo de la
religión o de la especulación filosófica o de la poesía, etc., para pasar a ser
patrimonializada por la ciencia, es decir, por la técnica. La muerte, por lo
tanto, ha de producirse en el centro donde se almacena la mayor cantidad de técnica
médica, en el hospital.
Al
dejar de ser una cuestión que se dirime en el hogar para pasar a decidirse en
un hospital, la muerte ya no se nos presenta como una cuestión personal y una
realidad existencial a la que uno se enfrenta en común junto a los allegados y
conocidos, sino que pasa a ser un asunto técnico y por lo tanto de técnicos y
de especialistas, por lo que siempre ha de llevar añadido un calificativo
también técnico: muerte asistida, muerte clínica, muerte cerebral, etc.
En
el hospital, en este ámbito tan jerarquizado como burocrático el paciente se enfrenta
a la muerte aíslado, sometida totalmente su agonía al control y al orden del
sistema sanitario.
Ante
éste panorama podemos vislumbrar una incipiente, aunque reducida tendencia por
parte del colectivo médico que se están dando cuenta de todo ello, prevalece en
ellos el juramento hipocrático que realizaron cuando se licenciaron o se
doctoraron.
Un
ejemplo de ello es el Dr. Albert Martí Bosh, sus terapias para el cáncer y el
enfoque holístico que él utiliza para su tratamiento, nos proponemos en éste
profundizar un poco en lo que él nos propone.
El
holismo, según la RAE, es la "doctrina que propugna la concepción de cada
realidad como un todo distinto de la suma de las partes que lo componen",
es decir, no tomar la parte por el todo, sino afrontar el todo como el sistema
que conforma la realidad e interacción de las distintas partes del problema.
Ésta es la base sobre la que asienta el Dr. Alberto Martí Bosch sus terapias
para el tratamiento de las enfermedades incluido el cáncer.
El
Dr. Martí Bosch, oncólogo infantil durante varios años y especialista en
Medicina Biológica, Homeopatía y Nutrición Ortomolecular, tras muchos años de
estudios en diferentes países y laboratorios médicos, plantea que la principal
causa de la enfermedad es la existencia de un entorno favorable al desarrollo
de la misma en el interior de nuestro cuerpo.
La
medicina convencional combate las enfermedades atacando directamente a los
microorganismos o células "malas" que las generan. Estos ataques
afectan no solo al objetivo- sino a todo su entorno, provocando, en muchas
ocasiones, que se dañe también a partes que no están implicadas en la
enfermedad y provocando reacciones adversas en células y entornos sanos, los
llamados "efectos secundarios" de muchas medicinas y tratamientos. Un
ejemplo muy claro de esto sería la quimioterapia seguida en pacientes con
cáncer y la gran reacción adversa que ésta produce en los cuerpos de los
pacientes hasta dejarlos sin apenas defensas.
Así
pues, tras muchos años viendo que los resultados de estas terapias estropeaban
más que ayudar a sus pacientes, el Dr. Martí Bosch decidió investigar en campos
que no eran enseñados en las universidades de medicina, tales como la Medicina
Natural, la Medicina Ortomolecular, la Fitoterapia, la Homeopatía, Dietética y
Nutrición, intentado encontrar explicaciones al propio problema y métodos que
ayuden a paliarlo sin ser tan invasivos para los pacientes.
A
partir de los estudios, tanto en laboratorio como con pacientes, se dio cuenta
de que reforzando el sistema inmunológico y creando entornos favorables para
las células "sanas", a partir de la nutrición y la limpieza del
organismo, tanto a nivel físico como psíquico, los síntomas remitían por sí
mismos, en algunos casos incluso hasta desaparecer. Por tanto, lo que aquí se
plantea es el asedio a la enfermedad mediante una regeneración y limpieza del
organismo del paciente que ayude a aislar la enfermedad y que sea el propio
organismo el que combata las células dañadas.
El
tratamiento que propone Martí Bosch tiene varios pilares fundamentales:
1.-
Depuración completa del organismo. Nuestros cuerpos necesitan ser limpiados de
vez en cuando. Los órganos que sirven para filtrar y deshacerse de los residuos
que nuestro cuerpo recibe (riñones, hígado, pulmones, colon,...) se van
ensuciando con el tiempo. Esto hace que cada vez sean menos efectivos y que se
estresen con una carga de trabajo abultada. Por tanto, es necesaria una
depuración de estos filtros mediante la ingestión de alimentos que ayuden a su
limpieza, además de baños de agua caliente con sal que ayuden a la expulsión de
los residuos por los poros (Ósmosis) y lavativas que limpien nuestro sistema
excretor. Las infusiones de ciertas plantas tambien son beneficiosas para la
depuración de los filtros de nuestro cuerpo. Tomillo, Gordolobo y Laurel, son
plantas que ayudan a limpiar los pulmones. Alcachofera, Cardo Mariano, Diente
de León, Boldo y Desmodium, hacen lo mismo con el hígado, así como la Arenaria,
Cola de Caballo y Té Verde con los riñones.
2.-
Corrección de la dieta. La alimentación es la base de nuestro cuerpo. De ella
tomamos los elementos que utilizamos para el funcionamiento de nuestros
órganos. Es, por tanto, un factor esencial en la creación de un entorno
saludable en nuestro organismo. Una dieta basada en las verduras, proteínas
vegetales (sin abusar) e hiposódica (baja en sal) ayuda a alcalinizar nuestro
organismo y crear un entorno beneficioso para el desarrollo de las células
“sanas”, y el deterioro de las células “malas”. Se recomienda realizar una
dieta vegetariana cada cierto tiempo para mantener nuestro organismo
alcalinizado (Oxigenado).
3.-
Alcalinización y oxigenación del medio interno. Siguiendo lo dicho en el
párrafo anterior, la alcalinización del organismo es esencial para crear un
medio salubre en nuestro organismo. Las células cancerosas, o tumorales,
sobreviven gracias a un entorno acidificado (poco oxigenado) ya que se
alimentan de los elementos que tienen a su alrededor. Si conseguimos un
entorno, mediante la alimentación y la depuración, rico en oxígeno y
alcalinizado, obtendremos un gran avance en el aislamiento de las células
“malas”, ya que el oxígeno y un entorno “limpio” es perjudicial para éstas y
beneficioso para las células sanas.
4.-
Medicina Ortomolecular y Medicamentos Antihomotoxicologicos. La medicina
ortomolecular es una terapia alternativa que recomienda el uso de cantidades de
biomoléculas (vitaminas, por ejemplo) en cantidades altas. Es una terapia
calificada por algunos como pseudociencia y que puede ser peligrosa si se
utiliza sin la consulta y seguimiento de alguien cualificado. NO SE RECOMIENDA
HACERLO POR SU PROPIA CUENTA A NADIE. Se ha demostrado su utilidad en pacientes
con bajos niveles vitamínicos, pero no en todo tipo de personas. Las terapias
antihomotoxicológicas (tambien denominados Terapias Bioenergéticas) son
aquellas que utilizan medicamentos similares a la problemática del paciente en
bajas cantidades. Se utilizan para estimular el sistema inmunológico de manera
que éste se active y ayude en la lucha contra la enfermedad. Insistimos en que
el seguimiento de estas terapias DEBE SER SIEMPRE SUPERVISADO POR UN
PROFESIONAL DE LA MEDICINA.
Estos
serían los pilares fundamentales sobre los que se asientan las terapias del Dr.
Martí Bosch, pero no los únicos. Sabemos que también se vale de otras como la
Ozonoterapia, la Biorresonancia o la Hipertermia. Cada paciente es un caso
diferente y cada uno necesita unas cosas u otras. Es por eso que la
automedicación o el hacer las cosas por uno mismo sin la consulta a
especialistas, profesionales y personas cualificadas puede llegar a ser
perjudicial para el propio paciente, y no es recomendable.
Poco
a poco cada vez más oncólogos y universidades de medicina, estudian estos
campos y los aplican. Aunque siempre existan voces contrarias, ya sea por
intereses propios o por excepticismo, cada vez existen más pruebas y resultados
que demuestran la utilidad de estas terapias. Sin olvidar que, en algunos
casos, las terapias convencionales (Quimioterapia, Intervención quirúrgica, …)
son necesarias en situaciones extremas.
DOCUFORUM
Tras visualizar el documental se abrirá el debate, planteándose todas las opiniones o interrogantes que surjan sobre el tema en cuestión.
Cómo llegar a RESTAURANTE-PIZZERIA GINOS BARCELONA:
Sito en la céntrica Ronda Universidad, nº 27, esquina con Balmes y Rambla de Catalunya, y a muy pocos metros de la Plaza de Catalunya en pleno corazón de la ciudad, tenéis 4 líneas de metros, e infinidad de líneas de autobuses.
También en la misma acera, para los que vengáis de cercanías, tenéis la RENFE.
Mejor ubicación imposible!!.
¡!Os esperamos!!
Móvil para confirmar asistencia o para cualquier consulta: 654113551
Montse Guardia.
GRUP PSICOGNOSIS SINGLES –GPS-